sábado, 10 de agosto de 2013

La renovación de la imagen de Dios en el hombre

La doctrina monástica de Elredo de Rieval sobrepasa la frontera de lo cisterciense, para constituir un legado indispensable de la tradición monástica occidental. Uno de sus temas más frecuentes es el de la renovación de la imagen de Dios en el hombre. El fundamento de esta doctrina se encuentra en el relato de la creación del ser humano por Dios: lo hizo a su imagen y semejanza. La imagen sería una serie de propiedades estáticas presentes en el hombre y que proceden de Dios; la semejanza, por su parte, sería un dinamismo humano similar al de Dios.




La similitud con Dios habría quedado dañada por el pecado, que no simplemente consiste en que ya no actuemos como actúa Dios, sino que además, esta disimilitud en la acción daña en alguna medida las cualidades estáticas que Dios ha dejado en nosotros.


¿Cuáles son esas cualidades estáticas, que nos elevan por encima de los demás seres de la Creación, y que reflejan el ser de Dios? Elredo, considerando la trinidad de personas en el único Dios, distingue tres potencias en el ser humano: la memoria, la razón y la voluntad. Esto significa que, por el pecado, hemos olvidado cuál es nuestro verdadero ser, hemos dejado de conocer la verdad, y hemos dejado de amar la bondad.

En el Capítulo 5 del Libro Primero de su obra cumbre, el Espejo de la Caridad, nos muestra Elredo cómo nuestra salvación la ha realizado Dios mismo en Jesucristo, restaurando esas tres potencias a la imagen de quien fueron creadas: "La memoria se repara de nuevo por la doctrina de la Sagrada Escritura, el entendimiento por el sacramento de la fe y el amor por el crecimiento diario en la caridad".

Por desgracia, esta restauración que ha realizado Jesucristo en nosotros, no alcanza en cada uno de nosotros su plenitud en la peregrinación de la vida, sino en el descanso en la patria. Ese el fin de nuestra existencia y la plenitud de nuestro ser. Elredo, lleno de gozo, lo describe así: "¡Oh caridad eterna y verdadera, verdadera y amada eternidad, amada y eterna verdad, eterna, verdadera y amada trinidad! Aquí, aquí está el descanso, aquí la paz, aquí la dichosa tranquilidad, aquí la tranquila felicidad, aquí el gozo tranquilo y dichoso.

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