jueves, 8 de agosto de 2013

Lorenzo, Santo


Mártir, 10 de agosto de 258
 
Lorenzo, Santo
Lorenzo, Santo

Díacono y Mártir

Martirologio Romano: Fiesta de san Lorenzo, diácono y mártir, que deseó ardientemente acompañar al papa Sixto II en su martirio. Según cuenta san León Magno, recibió del tirano la orden de entregar los tesoros de la Iglesia, y él, burlándose, le presentó a los pobres en cuyo sustento y abrigo había gastado abundantes riquezas. Por la fe de Cristo, tres días más tarde superó el tormento del fuego, y el instrumento de su tortura se convirtió en distintivo de su triunfo, siendo enterrado su cuerpo en el cementerio de Campo Verano, que desde entonces fue llamado con su nombre (258).
San Lorenzo (mártir), uno de los diáconos de la iglesia romana, fue una de las víctimas de la persecución de Valeriano en el año 258, al igual que lo fueron el Papa Sixto II y muchos otros clérigos romanos. A comienzos del mes de agosto del año 258, el emperador emitió un edicto ordenando matar inmediatamente a todos los obispos, curas y diáconos ("episcopi et presbyteriet diacones incontinenti animadvertantur" -- Cipriano, Epist. lxxx, 1). Esta orden imperial se ejecuto inmediatamente en Roma. El 6 de agosto, el Papa Sixto II fue capturado en una catacumba y ejecutado de inmediato ("Xistum in cimiterio animadversum sciatis VIII id. Augusti et cum eo diacones quattuor." Cipriano, ep. lxxx, 1). Otros dos diáconos, Felicísimo y Agapito, fueron ejecutados el mismo día.

En el calendario romano de fiestas del siglo IV su fiesta coincide con dicha fecha. Cuatro días más tarde, el 10 de agosto del mismo año, Lorenzo, el último de los siete diáconos, también sufrió la muerte de un mártir. La muerte de este santo mártir es en esa fecha según el calendario de Filocalo para el año 354.

Este almanaque es un inventario de las principales fiestas de los mártires romanos de mitad del siglo IV; también menciona la calle donde se encontraría su tumba, la Vía Tiburtina ("III id. Aug. Laurentii in Tibertina"; Ruinart, "Acta sincera", Ratisbona, 1859, 632). Los itinerarios de las tumbas de los mártires romanos, como se dieron a conocer en el siglo VII, mencionan que este mártir fue enterrado en la Catacumba de Ciriaca en agro Verano (De Rossi, "Roma Sott.", I, 178).

Desde el siglo IV, San Lorenzo ha sido uno de los mártires más venerados de la iglesia romana. Constantino el Grande fue el primero en erigir un pequeño oratorio sobre el lugar donde fue enterrado. El Papa Pelagio II (579-90) amplió y embelleció el lugar. El Papa Sixto III (432-40) construyó, en la cima de la colina donde fue enterrado, una gran basílica de tres naves cuyo ábside está apoyado en la vieja iglesia. En el siglo XIII, el Papa Honorio III convirtió los edificios en uno y así es como se encuentra la Basílica de San Lorenzo hoy en día. El Papa San Dámaso (366-84) escribió un panegírico en verso que se grabó en mármol y se colocó sobre su tumba. Dos contemporáneos de este Papa, San Ambrosio de Milán y el poeta Prudencio, dieron detalles concretos sobre la muerte de San Lorenzo. Ambrosio relata (De officiis min. Xxviii) cuando se le preguntó a San Lorenzo por los tesoros de la Iglesia, este, hizo comparecer a los pobres entre los que, en lugar de darles limosna, había repartido el tesoro; también contó que cuando se llevaban al Papa Sixto II para ejecutarlo, éste reconfortó a San Lorenzo que deseaba compartir su martirio, diciéndole que le seguiría en tres días. El santo Obispo de Milán también explica que San Lorenzo fue quemado hasta la muerte en una
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parrilla de hierro (De offic., xli). De igual manera, pero con más detalles poéticos, Prudencio describe el martirio del diácono romano en su himno a San Lorenzo ("Peristephanon", Hymnus II).

El encuentro entre San Lorenzo y el Papa Sixto II, cuando éste último iba a ser ejecutado, según el relato de San Ambrosio, no es compatible con los informes contemporáneos sobre la persecución de Valeriano. La forma en que fue ejecutado –quemado en una parrilla de hierro al rojo vivo—también hace surgir importantes dudas. Las narraciones de Ambrosio y Prudencio se basan más en la tradición oral que en escritos. Es bastante posible que entre el año 258 y el final del siglo IV surgieran leyendas populares sobre esté diácono romano tan venerado y que algunas de esas historias hayan sido preservadas por estos dos autores. En cualquier caso, nosotros carecemos de medios para verificar en fuentes anteriores los detalles que derivan de San Ambrosio y Prudencio, o para establecer hasta que punto esos detalles se basan en la tradición histórica anterior. Probablemente, a principios del siglo VI se crearon otras versiones más completas sobre el martirio de San Lorenzo, y en estas narraciones muchos de los mártires de la Vía Tiburtina y de las dos Catacumbas de San Ciriaca en agro Verano y San Hipólito estaban relacionados de una forma romántica y totalmente legendaria.

Los detalles que se dan en estas Actas sobre el martirio de San Lorenzo y su actividad antes de su muerte carecen de credibilidad. Sin embargo, a pesar de las críticas a las últimas versiones de su martirio, no cabe duda de que San Lorenzo fuera un personaje histórico real ni de que el diácono fue martirizado; tampoco existen dudas sobre el lugar donde ocurrió ni sobre la fecha de su entierro. El Papa Dámaso construyó una basílica en Roma dedicada a San Lorenzo; ésta es la iglesia conocida como San Lorenzo en Dámaso. La iglesia de San Lorenzo en Lucina, también dedicada a este santo, aún existe. El día de San Lorenzo sigue siendo el 10 de agosto (fecha de su muerte). Aparece dibujado con la parrilla de hierro en la que se supone que fue asado hasta la muerte.

San Lorenzo, diácono y mártir
fecha: 10 de agosto
†: 258 - país: Italia
canonización: pre-congregación
hagiografía: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
Fiesta de san Lorenzo, diácono y mártir, que fervientemente deseoso, como cuenta san León Magno, de compartir la suerte del papa Sixto II en su martirio, al recibir del tirano la orden de entregar los tesoros de la Iglesia, él, festivamente, le presentó a los pobres en cuyo sustento y abrigo había gastado abundante dinero. Tres días más tarde, por la fe de Cristo venció el suplicio del fuego, y el instrumento de su martirio se convirtió en distintivo de su triunfo. Su cuerpo fue enterrado en Roma, en el cementerio de Campo Verano, conocido desde entonces por su nombre.
patronazgo: patrono (secundario) de España, de Huesca, de Roma, de Nüremberg y muchas otras ciuddes europeas; de los bibliotecarios, archivistas, estudiantes, cocineros, panaderos, cerveceros, taberneros, lavanderas, planchadoras, bomberos, viñadores; protector de los pobres, y para pedir contra incendios, quemaduras, enfermedades oculares, lumbago, ciática, enfermedades de la piel, la peste, la fiebre.
tradiciones, refranes, devociones: San Lorenzo calura, San Vicente friura, uno y otro poco dura. (10 Agosto y 22 Enero)
San Lorenzo en la parrilla y el labrador en la trilla.
Por San Lorenzo, lluvia en buen tiempo.
Per San Lorenzo piove dal cielo carbone ardente.
refieren a este santo: Santos Sixto II, papa, y compañeros
oración:
Señor Dios nuestro, encendido en tu amor, san Lorenzo se mantuvo fiel a tu servicio y alcanzó la gloria en el martirio; concédenos, por su intercesión, amar lo que él amó y practicar sinceramente lo que nos enseñó. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos. Amén (oración litúrgica).

Pocos mártires hay en la Iglesia tan famosos como san Lorenzo. Los más ilustres padres latinos celebraron sus alabanzas y, como dice san Máximo «toda la Iglesia se une para cantar al unísono, con gran gozo y devoción, el triunfo del mártir». Era Lorenzo uno de los siete diáconos de la Iglesia de Roma, cargo de gran responsabilidad, ya que consistía en el cuidado de los bienes de la Iglesia y en la distribución de limosnas a los pobres. El año 257, el emperador Valeriano publicó el edicto de persecución contra los cristianos y, al año siguiente, fue arrestado y decapitado el papa san Sixto II. San Lorenzo le siguió en el martirio cuatro días después. Esto es todo lo que sabemos de cierto sobre la vida y muerte del santo; pero la piedad cristiana ha aceptado y consagrado los detalles que nos proporcionan san Ambrosio, el poeta Prudencio y otros autores. Sin embargo, hemos de confesar que desgraciadamente existen razones de peso para dudar de la verdad histórica de hechos tan conmovedores como la forma de muerte que sufrió el santo y el reparto de los bienes de la Iglesia.

Según dichas tradiciones, cuando el papa san Sixto se dirigía al sitio de la ejecución, san Lorenzo iba junto a él y lloraba. «¿A dónde vas sin tu diácono, padre mío?», le preguntaba. El Pontífice respondió: «No pienses que te abandono, hijo mío, pues dentro de tres días me seguirás». Lorenzo se regocijó mucho al saber que Dios le llamaría pronto a Sí. Inmediatamente fue en busca de todos los pobres, viudas y huérfanos y les repartió todo el dinero que tenía; también vendió los vasos sagrados y les regaló el producto de la venta. Cuando el prefecto de Roma lo supo, se imaginó que los cristianos escondían grandes tesoros y decidió descubrirlos, pues adoraba la plata y el oro tanto como a Júpiter y a Marte. Inmediatamente mandó llamar a san Lorenzo y le dijo: «Vosotros, los cristianos, os quejáis con frecuencia de que os tratamos con crueldad. Pero hoy no se trata de suplicios; simplemente quiero hacerte unas preguntas. Me han dicho que vuestros sacerdotes emplean patenas de oro, que beben la Sangre sagrada en cálices de plata y que los cirios de los sacrificios nocturnos están en candelabros de oro. Tráeme esos tesoros, pues el emperador los necesita para mantener sus ejércitos y tu doctrina te manda dar al César lo que es del César. No creo que tu Dios mande acuñar monedas de oro, pues lo único que trajo al venir al mundo fueron palabras. Así pues, entréganos el dinero y quédate con las palabras». San Lorenzo replicó sin inmutarse: «La Iglesia es, en verdad, muy rica y todos los tesoros del emperador no igualan lo que ella posee. Te voy a mostrar los tesoros más valiosos; pero para ello necesito que me des un poco de tiempo, a fin de poner las cosas en orden y hacer el inventario». El prefecto no comprendió a qué tesoros se refería Lorenzo y, al pensar que ya tenía en sus manos las riquezas escondidas, quedó satisfecho con la respuesta del diácono y le concedió tres días de plazo.

En el intervalo, Lorenzo recorrió toda la ciudad en busca de los pobres a los que la Iglesia sostenía. Al tercer día, reunidos ya en gran números, los separó en distintas filas: los decrépitos, los ciegos, los baldados, los mutilados, los leprosos, los huérfanos, las viudas y las doncellas. En seguida, fue en busca del prefecto para invitarle a ver los tesoros de la Iglesia. El prefecto, atónito ante aquella multitud de pacientes y miserables, se volvió furioso hacia Lorenzo y le preguntó qué significaba aquello y dónde estaban los tesoros. Lorenzo respondió: «¿Por qué te enojas? Estos son los tesoros de la Iglesia». El prefecto se enfureció todavía más y exclamó: «¿Te estás burlando de mí? Sábete que nadie se burla impunemente de las insignias del poder romano. Yo sé muy bien que lo que buscas es que te condene a muerte, pues eres loco y vanidoso; pero no vas a morir tan pronto como quisieras, sino que vas a morir pedazo a pedazo». Inmediatamente mandó disponer una gran parrilla sobre el fuego para que el santo se asara lentamente. Los verdugos desnudaron a Lorenzo y le ataron sobre la parrilla, donde empezó a quemarse a fuego lento. Los cristianos vieron el rostro del mártir rodeado de un resplandor hermosísimo y respiraron el fragante perfume que despedía su cuerpo; pero los perseguidores no vieron el resplandor ni percibieron el aroma. San Agustín dice que el gran deseo que tenía san Lorenzo de unirse con Cristo le hizo olvidar los rigores de la tortura, y san Ambrosio comenta que las llamas del amor divino eran mucho más ardientes que las del fuego material, de suerte que el santo no experimentaba dolor alguno. Después de un buen rato de estar sobre las brasas, Lorenzo se volvió hacia el juez y le dijo sonriendo: «Manda que me vuelvan del otro lado, pues éste ya está bien asado». El verdugo le dio entonces la vuelta. Lorenzo dijo al fin: «La carne está a punto; ya podéis comer». En seguida oró por la ciudad de Roma, por la difusión de la fe en todo el mundo y exhaló el último suspiro.


Prudencio atribuye a la oración del santo la conversión de Roma y dice que Dios la escuchó en aquel mismo momento, porque a la vista de la heroica constancia y piedad de Lorenzo se convirtieron varios senadores. Esos distinguidos personajes transportaron sobre sus hombros el cuerpo del mártir y le dieron honrosa sepultura en la Vía Tiburtina. La muerte de san Lorenzo, comenta Prudencio, fue la muerte de la idolatría en Roma, porque desde entonces comenzó a declinar y, actualmente (es decir, cuando escribe Prudencio, hacia el 403), el cuerpo senatorial venera las tumbas de los apóstoles y de los mártires. El poeta describe la devoción y el fervor con que los romanos frecuentaban la iglesia de san Lorenzo y se encomendaban a su intercesión y hace notar que la respuesta infalible que obtenían dichas oraciones prueba el poder del mártir ante Dios. San Agustín afirma que Dios obró muchos milagros en Roma por la intercesión de san Lorenzo; san Gregorio de Tours, Fortunato y otros autores, hablan de los milagros del santo en otros sitios. San Lorenzo ha sido, desde el siglo IV, uno de los mártires más venerados y su nombre aparece en el canon de la misa. Es absolutamente cierto que fue sepultado en el cementerio de Ciriaca, en Agro Verano, sobre la Vía Tiburtina. Constantino erigió la primera capilla en el sitio que ocupa actualmente la iglesia de San Lorenzo extra muros, que es la quinta basílica patriarcal de Roma.

Las pretendidas «Actas de san Lorenzo» están llenas de confusiones y contradicciones. Además de dichas actas, existen muchos otros documentos del mismo tipo. Ver Biblioteca Hagiográfica Latina, n. 6884 y nn. 7801 y 4753. Este artículo se basa principalmente en el relato de Prudencio, que es bastante claro; cf. Ruinart, Acta Sincera. ¿Se trata simplemente de una invención poética, o representa una tradición genuina, ya sea oral o escrita? San Ambrosio (De Officiis, I, 41) y otros Padres antiguos sostenían que san Lorenzo había muerto quemado a fuego lento. P. Franchi de Cavalieri, Romische Quartalschrift, vol. XIV (1900), pp. 159-176, y Note agiografiche, vol. XV (1915), pp. 65-82; Delehaye, Analecta Bollandiana, vol. XIX (1900), pp. 452-453, y vol. LI (1933), pp. 49-58, y Comentario sobre el Martirologium Hieronymianum, pp. 431-432. Ambos autores rechazan la tradición de la parrilla; pero todavía hay otros que la defienden. Ver, por ejemplo, Leclercq en DAC, artículo Grille (vol. VI, cc. 1827-1831), y artículo Laurent (vol. VIII, cc. 1917-1947). Un ejemplo de la gran devoción que tenían los romanos a san Lorenzo son las numerosas iglesias y santuarios dedicados al santo. Véase J. P. Kirsch, Die römischen Titelkirchen in Altertum, pp. 80-84; y Huelsen, Le Chiese di Roma del Medio Evo, pp. 280-297. Cf. también Duchesne, Le sanctuaire de S. Laurent, en Mélanges d´archéologie, vol. XXXIX (1921), pp. 3-24. Ni que decir que la iconografía no es menos inmensa que los otros aspectos del culto al santo; de todo ese rico material extraemos dos ejemplos:
-La ordenación de Lorenzo, por Fra Angelico, fresco de 1447/49 en la Capilla Niccolina, en el Vaticano. Posiblemente el cáliz que está recibiendo sea el Santo Grial, ya que la tradición atribuye a Lorenzo haber sido custodio de la copa que usó Jesús en la Cena, que Pedro llevó a Roma, y se fue transmitiendo hasta que el santo diácono la entregó a un soldado español, que la llevó a Huesca, y de allí pasó a Valencia, en cuya catedral se venera en la actualidad.
-Martirio de san Lorenzo, por Jacopo Vignali (1592-1664), óleo en colección privada (reproducido en Santi e beati).


fuente: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI

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