lunes, 12 de agosto de 2013

Pasando el Desierto

      
Todos en algún momento nos vemos obligados a cruzar un desierto para poder seguir nuestro camino. Tal como en la naturaleza hay muchos tipos de desiertos, grandes o pequeños, fríos o calientes, pero todos tienen algo en común – Deuteronomio 8:15-19 “es un lugar grande y espantoso, lleno de serpientes y escorpiones, donde escasea el agua, y hay mucha sed…”
Sin embargo, los desiertos de los cuales compartimos hoy no son los naturales sino los desiertos espirituales:
Mateo 10:28 Y no temáis a los que matan el cuerpo, mas el alma no pueden matar; temed más bien a aquel que puede destruir el alma y el cuerpo en el infierno.

¿Qué es un desierto espiritual?
La falta de dinero, de amor, las múltiples derrotas y fracasos…
Oramos, ayunamos, leemos la palabra, pero por alguna extraña razón, no sentimos el respaldo espiritual de Dios, y por supuesto, Él quiere que lo sigamos pero no por sentimientos.
Características del desierto:
  • Sofocante
  • Cansado
  • Parece interminable
  • Doloroso
  • Peligroso
El desierto es también lugar de tentación (según la Biblia es morada del demonio: Mt 4,1) y de combate espiritual.  Despojado de sus frágiles seguridades humanas, el orante enfrenta “sus demonios”;  es decir, salen a la luz del día las propias maldades, vicios, e inclinaciones perversas.  El ser humano se ve moralmente desnudado en el desierto.  Por eso el desierto es -desgraciadamente- también lugar de murmuración y de rebelión contra Dios (Ex 15; Núm 11; 14;  Sal 78 y 95) en que el ser humano, no confiando en la providencia divina, “tienta” a Dios.  Sin embargo, en el plan de Dios el desierto es prueba, no para hacer caer al hombre (Stgo 1,13-15) sino para hacerle madurar, para templarlo en el crisol y así fortalecer su propósito (1 Rey 19,7-15; cf. Judit 8,25-27).
Pero, frente a esta necesidad sentida (sed, hambre, protección), el desierto llega a ser también el lugar donde se experimenta la providencia maravillosa de Dios (Dt 8,3-4.15-16; 1 Rey 5-6; Sal 107,9).
Dios manifiesta su poder y su amor en un continuo clima de milagros y en contacto permanente  con su pueblo.  Es él quien obliga al faraón a dejar que Israel salga hacia el desierto, es él quien establece el itinerario; quien precede al pueblo en el viaje, señalando el camino con una columna de fuego; envía su ángel para precederlo en el viaje; y así durante cuarenta años se asiste a una serie continua de hechos prodigiosos (Éxodo). Definitivamente, el desierto es el lugar de encuentro don Dios, lugar de la revelación de Dios.
¿Por qué los desiertos?
Muchas veces Dios nos guía al desierto (con el fin de madurar, crecer y pulirnos) (Mateo 4:1-11) mientras que en otras ocasiones nos dirigimos al desierto (I Reyes 17) por la manera en que hemos hecho las cosas, las fortalezas que se han levantado en nuestras vidas nos llevan a desiertos.
En cualquiera de los casos, el desierto es una prueba, de la cual podemos resultar triunfadores o morir en el camino.
Cuando Dios nos guía al desierto… es ahí donde Dios nos enseñará a poder seguir sin depender del SENTIMIENTO de su presencia, a no ser emocionales, sino a tener convicciones, es allí donde Dios no se hará sentir, aunque se encuentre a un centímetro de nosotros, eso es lo fundamental de un Invierno espiritual, la ausencia total de la presencia de Dios, aunque se encuentre justamente a un centímetro de nosotros.
Por el otro lado cuando hay fortalezas en nuestra vida, vivimos en desiertos que pueden perdurar años.  Debemos reconocer esas fortalezas espirituales para poder ver la salida a los desiertos.
Nuestras ACCIONES y nuestras PALABRAS pueden levantar fortalezas. “No puedo”, “Soy inútil”, “Soy un fracasado” son ejemplos de fortalezas al igual que ataduras a pecados. Debemos declarar la guerra espiritual:
Efesios 6:12 Porque nuestra lucha no es contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los poderes de este mundo de tinieblas, contra las huestes espirituales de maldad en las regiones celestiales.
Debemos reconocer nuestra batalla, nuestros aliados, nuestros enemigos y llevarla a cabo para derribar toda fortaleza y salir del desierto. Todo esto suena terrorífico, pero EXISTE UNA BUENA NOTICIA:
“y despojando a los principados y a las potestades, los exhibió públicamente, triunfando sobre ellos en la cruz” (Colosenses 2:15)
Nuestras Armas y La armadura de Dios:
  • Cinturón – Verdad
  • Coraza – Justicia
  • Calzado – Evangelio de paz
  • Escudo – Fe
  • Casco – salvación
  • Espada – Palabra
  • Luchando – Orando
Conclusión
Es tiempo de abrir los ojos y ver la salida del desierto, tener paciencia, paz, perseverancia y mucha FE, porque Dios no nos ha dejado solos. Él está ahí en medio del desierto esperando que lo superemos confiando en El.

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