jueves, 8 de agosto de 2013

¡Qué gran bendición, María!


Sentir tu presencia y tu mirada

en las primeras horas de este nuevo año.

Notar que, tus pasos, nos acompañarán

en los nuestros débiles y vacilantes.

Eres Madre, Madre y Santa María del Año Nuevo.

Estrella que, encendida en el espléndido cielo,

alumbra la vía de nuestro incierto horizonte.




¡Qué gran bendición, María!

Sentirnos tus hijos, perdidos en tus brazos,

deseando que una y otra vez,

hasta el cielo nos levantes

con afecto eterno de Madre.

Hoy, como al Niño Dios,

abrázanos en tu pecho.

Danos el calor de tu amor divino.

Bríndanos, oh Virgen Santa,

ese Pan de la Vida que es Jesús,

y que nunca nos falte

en la mesa de nuestra existencia.




¡Qué gran bendición, María!

En Ti, Dios, se fundió con nuestra humanidad.

En Ti, Dios, se hizo más humano.

En Ti, Dios, salió a nuestro encuentro.

En Ti, tu pueblo, tus hijos, nosotros…

tocamos también, por Jesús y en Jesús, el mismo cielo.




¡Qué gran bendición, María!

Acercarnos a tu amparo, al lugar donde vives y piensas,

es adentrarnos en la casa donde Dios habita,

cobijarnos en el soportal donde Jesús crece,

mirar a la meseta fecundada por el Espíritu.

Iniciar contigo este Nuevo Año, Virgen y Madre,

es aspirar a que, el mundo, sea un oasis de paz.

Reconocer que, abriéndonos al Señor,

es cuando, la paz, vendrá como un don firme y duradero,

santo y noble, justo, sin egoísmos y verdadero.




¡Qué gran bendición, María!

Pronunciar tu nombre en este primer día del año.

Rezar ante tu beldad y maternidad estrenada.

Confiar en tu protección y complicidad con el Padre.

Amarte y, amándote, amar a Jesús fruto de tu vientre

¡Qué gran bendición, Virgen y Madre nuestra!

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