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«…Porque tanto la sabiduría como el dinero sirven de protección, pero la sabiduría tiene la ventaja de dar vida a su dueño. Observa la obra de Dios, ¿quién podrá enderezar lo que Él ha torcido?
En los días de felicidad, se feliz; en los días malos, reflexiona. Unos y otros los ha hecho Dios, para que el hombre no pueda adivinar lo que le espera».
Eclesiastés 7, 12-14
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