sábado, 10 de agosto de 2013

VOLVER AL EVANGELIO

             
Algunos de los principios esenciales de acuerdo a los cuales vivimos los monjes son sin duda los del Evangelio. Sin embargo, no creo que nosotros los monjes pensemos con frecuencia en el Evangelio como nuestra regla esencial a la luz de la cual todas las otras reglas deben ser constantemente juzgadas. A veces se permite a otras reglas y a los libros de costumbres obscurecer las exigencias del Evangelio o hasta excusarnos de ellas. A veces en lugar de la libertad real en el Espíritu o del ejercicio de la verdadera caridad, se busca “la seguridad de la obediencia” a una regla o a un libro de costumbres.
Existe por supuesto, nuestro común, básico, egoísmo humano. Y pienso que muchos de nosotros, jamás nos hemos encontrado con alguien que viva profundamente el Evangelio, que este convencido de que en último termino, el monaquismo no es mas que eso y nos haya desafiado a participar de esa visión y de ese modo de vivir. Además, el énfasis sobre un enfoque de los Evangelios más literal y racionalista en nuestros programas de estudio ha llevado a una apreciación bien conceptual de los, mismos. No hemos empleado tiempo suficiente en los mismos Evangelios ni los hemos encarado como una verdadera lectio divina (me parece que en la actualidad pocos saben hacer una verdadera lectio y no se les enseña esto a los novicios).
Estoy seguro de que esto varia de monasterio a monasterio, pero mi limitado conocimiento indica que el Evangelio no ha sido lo primario y lo central en la renovación y en los diálogos de muchas comunidades. Los que claramente hablaban (le un simple retorno al Evangelio han encontrado, a veces, de parte de los otros, el temor de que esto significaría perder lo que es distintivo del monaquismo. Es verdad que algunos, buscando un simple retorno al Evangelio, no se han preocupado suficientemente de la peculiar expresión monástica de vivir el Evangelio. Pero generalmente no parece haber una preocupaci6n suficiente por evaluar la vida monástica a la luz del Evangelio. Es necesario que veamos la Regla como algo relativo y los medios como medios.
IV. Necesitamos verdaderos padres y madres espirituales, verdaderos starets, que puedan engendrar un modo de vivir evangélico. Los monjes y las monjas que lo deseen, que sienten que son llamados a eso, podrían ser liberados de las preocupaciones ordinarias para poder sumergirse profundamente en el Evangelio y así desafiar y ayudar a los demás. La misma comunidad podría hacer en común alguna búsqueda seria en el Evangelio y todos los diálogos monásticos podrían comenzar con un texto, dejando que el Señor diga la primera palabra.
A todos se les puede alentar para dedicarse a un serio estudio bíblico, pero es necesario que el interés vaya no solo a los estudios modernos sino también al comentario Patrístico y Medieval y a todos los sentidos de la Escritura.
Somos seres encarnados y aunque flojos en nuestra apreciación de los símbolos, sin embargo la sacramentalidad nos afecta y recibiremos su sello si se le da al texto sagrado un lugar destacado en nuestros oratorios, salas de comunidad y celdas, si su lectura centra la oración pública, las reuniones y nuestra lectio personal.

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