viernes, 31 de octubre de 2014

31 de octubre, día de San Alonso Rodríguez


Hoy, 31 de octubre, conmemoramos a San ALONSO RODRÍGUEZ, Místico.

SAN ALONSO RODRÍGUEZ (1533-1617) nació en Segovia, España, como segundo hijo de una prolífica familia católica.

De niño, San Alonso Rodríguez tuvo la oportunidad de estudiar un año en el colegio de jesuitas de Alcalá de Henares. Ya de mayor se volvió comerciante, al igual que su padre.

Estuvo casado y formó una familia. Sin embargo, tuvo la desgracia de perder a su esposa y a sus hijos, que fallecieron, y él se quedó solo.

Así, a los 38 años de edad, decidió ingresar como novicio en un convento de la Compañía de Jesús en Valencia. Al ser incapaz de aprender latín y prepararse para el sacerdocio, permaneció en la orden simplemente como hermano lego.

Tal vez por sus dificultades para los estudios, San Alonso Rodríguez fue enviado al nuevo colegio que la Compañía había abierto en Palma de Mallorca. Ahí se hizo cargo de la portería. Y fue portero del colegio por 46 años.

Durante este largo tiempo, San Alonso Rodríguez fue eventualmente consejero de numerosos misioneros jesuitas que paraban en Palma de Mallorca antes de continuar definitivamente con su misión en las Américas, como fue el caso de San Pedro Claver, a quien motivó especialmente para la obra que desarrollaría en Sudamérica.

Pero en todos esos años, San Alonso Rodríguez cultivó también una extraordinaria riqueza espiritual, que llegó al grado de una intensa vida mística.

Era entonces que tenía visiones en las que convivía familiarmente con Jesús y su Santa Madre y se llenaba de dulzura. No obstante, también sufría terribles visiones infernales, de las que conseguía salir invocando el sagrado nombre de María.

San Alonso Rodríguez falleció sin abandonar su cargo ni su celo religioso a los 86 años de edad. Fue canonizado en 1888 junto con San Pedro Claver por el papa León XIII.

SAN ALONSO RODRÍGUEZ nos enseña el valor de encomendarnos a la Virgen María cuando nos sentimos desesperados.




SAN ALONSO RODRÍGUEZ

RELIGIOSO





Estaba un día enfermo y le llevó el enfermero la comida a la cama con un mandato de parte del Padre Superior: «que se coma todo el plato». Cuando regresa el enfermero, le encuentra deshaciendo el plato y comiéndolo pulverizado. El santo se impuso a sí mismo una obediencia ciega; se exigió a sí mismo tanto que uno de los padres le dijo un buen día «que obedecía a lo asno».


Nació en Segovia en el año 1533, segundo de los once hijos del matrimonio formado por Diego Rodríguez y María Gómez que vivían del comercio de paños.


Su niñez y juventud estuvieron ligadas a la Compañía de Jesús. A los doce años fueron alojados en su casa Pedro Fabro y otro jesuita, cuyas enseñanzas atesoró. Estudió en el Colegio de los jesuitas de Alcalá de Henares.

A la muerte de su padre se encarga de sacar adelante el negocio familiar, pero su incompetencia es notable para el negocio de los paños.

Contrae matrimonio con María Juárez con quien tiene dos hijos. Pero la mala fortuna parece que le persigue: muere uno de sus hijos y su mujer y el negocio va de mal en peor; luego fallece su otro hijo y su madre. Alonso se ha quedado solo.

Se produce entonces una crisis fuerte que resuelve con confesión general y con el deseo de comenzar una nueva vida tomando un impresionante ritmo interior de trato con Dios y que mantiene por seis años. Cede a sus hermanos sus bienes y marcha a Valencia en 1569 con el propósito de ingresar en la Compañía; pero no contaba con insalvables obstáculos: su edad, la falta de estudios y escasa salud.

Trabaja entonces en comercio y de ayo.

Por fin es admitido en el Colegio Monte Sión en el año 1571; desde el año 1572 ocupa el cargo de portero hasta el 1610 que hacen casi cuarenta años

Es considerado en la Compañía como modelo para los hermanos legos por su ejercicio permanente para lograr auténtica familiaridad con Dios, por su obediencia absoluta y por su amor y deseo de tribulación.

Este humilde y santo portero fue durante su vida un foco radiante de espiritualidad de la que se beneficiaron tanto los superiores que le trataron como los novicios con los que tuvo contacto; un ejemplo representativo está en San Pedro Claver, el apóstol de los esclavos.

Con sus cartas ejerce un verdadero magisterio. Su lenguaje es sencillo y el popular de la época, pero logra páginas de singular belleza al tratar temas de mayor entusiasmo. La santidad que describe en sus escritos no es aprendida en los libros, es fruto de su experiencia espiritual.


Fue canonizado por el papa León XIII junto con San Pedro Claver.

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