jueves, 29 de enero de 2015

EL PADRE QUE NO REZA



El padre que no reza
Siempre debo ver quién escucha. Los niños no pierden nada…





El pequeño Paul, que tiene sólo cuatro años y medio, está arrodillado al lado de su cama diciendo sus oraciones de la noche; parece que toma mucho tiempo.

“¿No has terminado tus oraciones?”, le pregunta su sirvienta.

“Sí”, responde el niño, un poco avergonzado.

“Bien, entonces, ¿qué están haciendo ahora?”. El niño enrojece y murmura tímidamente, “yo rezo cada noche dos veces, por mí y por mi papá. Le escuché que objetó a mi mamá cuando ella le pidió que hiciera sus oraciones; así que ahora estoy haciéndolas por él”.

¿Precoz, diría usted? Quizá. ¿Pero no nos sorprenden a menudo los niños con sus percepciones? ¡Qué necios son los padres que creen que pueden descuidar la lógica con sus hijos! ¡Qué poco saben los padres sobre el funcionamiento de esas jóvenes mentes y corazones! ¡Qué poco saben los padres sobre cómo pueden utilizar lo que escuchan esos pequeños! Lady Baker, una conversa, escribe en “La Casa de la Luz” que cuando tenía 11 años de edad, ella escuchó una conversación entre su padre y su madre sobre religión. El padre estaba diciendo, “escuché un buen sermón hoy; señalaba cómo la Reforma fue un gran error y que Inglaterra hubiera sido mucho mejor sin ella”…

“Ten cuidado”, interrumpió su esposa en un tono escandalizado, “ten cuidado con los niños”.

“Fui mandada a estudiar”, continúa la Señora Baker “y no escuché más de la conversación; pero comencé a pensar sobre estas palabras extrañas”.

Esa misma noche, cuando fui a dar un paseo con la sirvienta, ella me invitó a visitar una Iglesia Católica. Desde esa fecha, dice, nació en ella un deseo de estudiar los inicios de la pretendida Reforma y de cambiar su religión si más tarde este estudio demostraba que lo que su padre había dicho era verdadero.

Puede ser que los padres no hayan perdido el hábito de la oración, por la gracia de Dios, pero podría ser que no hagan que sus hijos los vean rezando a menudo. Orar y dejar que los hijos vean que uno reza, son dos cosas diferentes. No basta con rezar individualmente. Su deber como cabeza de familia es orar en nombre de la familia, a la vista de la familia y con la familia. Los niños deben saber que su padre honra a Dios. Deben ver que él mismo se comporta respetuosamente ante El. Deben aprender de su ejemplo el gran deber de la adoración y del culto.

La oración, al menos por la noche, debe decirse en común. En muchas familias donde todos se reúnen al final del día para honrar a Dios, es la madre quien dirige la oración hasta que llegue el momento en que cada niño sea capaz de tomar su turno. Sería mucho mejor que el padre tomara la iniciativa. Es la función que le cabe, una función que es de un carácter casi sacerdotal.

Siempre debo ver quién escucha. Los niños no pierden nada…
Adaptado de “Cristo en el hogar”, del Padre Raoul Plus, S.J., (Colorado Springs, CO: Gardner Brothers, 1951), 241–243.

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