domingo, 12 de julio de 2015

La suegra de Pedro estaba en la cama con fiebre



Saliendo luego de la sinagoga, fueron a la casa de Simón y de Andrés, con Santiago y Juan. La suegra de Pedro estaba en la cama con fiebre, y al punto le hablaron de ella. Y acercándose El, la levantó tomándola de la manoLa dejó la fiebre y se puso a servirlos.

      “Jesús llamó a los Doce y los fue enviando de dos en dos. Ellos salieron a predicar la conversión”. Con estas sencillas palabras comienza la impresionante realidad del fenómeno humano y religioso que conocemos como cristianismo y que tuvo lugar en los primeros años de nuestra era, gracias a la acción de un pequeño grupo de hombres, que, no considerando sus propios límites, se lanzaron a una obra, que hoy se considera ingente. Aquellos doce hombres fueron escogidos por Jesús para anunciar un mensaje humanamente poco atrayente como puede ser la conversión.  Jesús, el Hijo de Dios hecho hombre, se sirvió de unos personajes de su entorno para confiarles la  tarea de hacer llegar a todos el mensaje de salvación que el Padre le había encomendado. Tarea de por sí ingrata, en cuanto supone un esfuerzo acercarse a los demás, solicitar y obtener su atención inicial, con la esperanza de llegar a convencerles, y obtener de ellos la aquiescencia y la aceptación del mensaje transmitido.

            En la primera lectura se escuchamos el relato del rechazo que encontró el profeta Amós. Pastor y cultivador de higos, este hombre sencillo y rudo, fue llamado por Dios para levantar la voz y sacudir el espíritu de quienes reposaban en un cómodo y pacífico bienestar, fruto de la injusticia social y de una insensibilidad de espíritu de aquel momento histórico en tierras palestinas. Amós sólo tiene en su favor el mandato y la fuerza de Dios. Con humildad y generosidad responde a la llamada y ejerce su ministerio con energía, a pesar de las dificultades y contratiempos. La figura de Amós representa un ejemplo del misterio de la llamada de Dios y la respuesta del escogido, que no se deja amedrentar por la oposición encontrada o el desánimo ante los obstáculos.

            En este mismo sentido, Jesús advierte a sus apóstoles del peligro de sentimiento de fracaso que puede suponer el hecho de no ver aceptado el mensaje, así como la inutilidad de los trabajos asumidos. Una mirada a la historia de la predicación de la fe cristiana enseña que nunca ha sido fácil la evangelización, y que sólo ha obtenido resultados tangibles cuando se ha superado la frustración del insuceso con la generosa dedicación e insistencia. Muchos apóstoles y misioneros han visto como esfuerzos de años han sido borrados en un instante, imponiendo comenzar de nuevo. Y lo hacían porque estaban convencidos que se les había encargado el anuncio, no de una idea propia sino el mensaje de vida que Dios mismo ofrece a los hombres.

            Una primera consecuencia conviene sacar de esta realidad: El mensaje que Jesús ha confiado a sus apóstoles y enviados, y que ahora ha de comunicar la Iglesia de los creyentes, es demasiado importante para desanimarse ante pequeñoa frustaciones. Se puede perder una batalla sin perder la guerra. Hay que insistir, una y repetidas ocasiones, pues la llamada divina de la conversión de por sí no es agradable y aceptable, y es fácil entender la oposición que supone su anuncio. Por eso entristece constatar como hombres preparadísimos en el campo de la evangelización, no han sabido resistir la crítica, la oposición o el rechazo, y se han retirado, renunciando a la lucha.

            Otra consideración que la historia propone es que el anuncio del evangelio no puede reducirse a un ejercicio de oratoria, a una exposición teórica. Ser evangelizador supone asumir la realidad pura y dura de una coherencia extrema entre la palabra anunciada y la vida de cada día. Hoy se habla mucho de nueva evangelización, pero ésta está condenada de antemano al fracaso si los apóstoles del momento no viven lo que predican y enseñan. Dice el proverbio: Obras son amo-res y no buenas razones. Porque vivieron lo que enseñaban los primeros apóstoles conviertieron el mundo de entonces. Queda claro el camino a seguir para la tarea que nos espera en el mundo de hoy.

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