miércoles, 28 de octubre de 2015

28 de octubre, día de San Rodrigo Aguilar Alemán



Hoy, 28 de octubre, conmemoramos a San RODRIGO AGUILAR ALEMÁN, Mártir.

SAN RODRIGO AGUILAR ALEMÁN (1875-1927) nació en Sayula, en Jalisco, México, en una familia devota y prolífica de clase media.

Rodrigo Aguilar Alemán fue el primogénito de los doce hijos de Buenaventura Aguilar y Petra Alemán.

A los 13 años ingresó al Seminario Auxiliar de Zapotlán el Grande (la actual Ciudad Guzmán), en el mismo estado de Jalisco. Ahí destacó por su aprovechamiento en los estudios y por su gusto por escribir composiciones en prosa y en verso.

En 1905 fue ordenado sacerdote y nombrado vicario de la villa de San Pedro Analco. En la colindante parroquia de La Yesca, estado de Nayarit, San Rodrigo Aguilar predicó con gran éxito entre la gente de la etnia huichol.

Durante los siguientes años ejerció como vicario en numerosos sitios de Jalisco, y en 1923 tuvo oportunidad de realizar una peregrinación a Tierra Santa.

De vuelta en su país, San Rodrigo Aguilar fue designado párroco de la villa de Unión de Tula, asimismo en Jalisco, donde pronto se ganó el aprecio de los feligreses gracias a su fina sensibilidad.

Al desatarse la intolerancia religiosa en México en 1927, San Rodrigo Aguilar se vio en uno de los lugares donde las persecuciones a católicos fueron particularmente cruentas.

Encontrándose en Ejutla, el ejército invadió súbitamente esa villa. Él fue aprehendido por ser sacerdote, y lo condujeron a un grueso árbol para ser ahorcado.

El soldado que fue su verdugo, antes de ahorcarlo, le preguntó en su cara: “¿Quién vive?” A lo que él respondió: “¡Cristo Rey y Santa María de Guadalupe!” Acto seguido el soldado tiró de la soga, pero San Rodrigo no falleció.

Entonces el verdugo repitió la pregunta y él la respuesta. Desfalleciente, volvió a sobrevivir, y la escena se repitió una tercera ocasión, hasta que agonizó por asfixia.

El Año Jubilar 2000, San Rodrigo Aguilar Alemán fue canonizado por el papa Juan Pablo II.

SAN RODRIGO AGUILAR ALEMÁN nos ofrece una lamentable muestra de los alcances de la estulticia de todos los tiempos.

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