lunes, 20 de marzo de 2017

El Acusador.


Acusador
Ya el Apocalipsis llama al demonio “el acusador de nuestros hermanos, el que los acusaba día y noche delante de Dios”.
Y es que el demonio procede con astucia, pues nos tienta y nos muestra el pecado bajo un manto de hermosura; pero cuando hemos caído, cuando hemos pecado, se vuelve contra nosotros y nos acusa ante Dios para que recibamos el castigo merecido.
Y en el Juicio particular el diablo estará también allí para acusarnos y reclamará nuestra alma para llevársela con él al Abismo del Infierno.
Abramos los ojos y descubramos que detrás de toda tentación, de la apariencia agradable de la tentación, se esconde la horrible figura de Satanás y sus demonios, y eso lo veremos claramente después de la muerte. Ahí sí veremos lo horrible que es el diablo, que en el mundo se disfrazaba y encubría bajo la belleza, el poder y las riquezas.
No nos dejemos embaucar por el Maligno, sino seamos más astutos que él, y con la ayuda del Espíritu Santo descubramos sus trampas y no caigamos en pecados, porque tendremos un Acusador implacable, el demonio, que hará todo lo posible para condenarnos.
Luchemos contra el pecado, y veamos las cosas según la fe. Porque la tentación es agradable, y ya lo podemos leer en el Génesis, cuando Eva vio que el árbol prohibido era agradable a la vista y deseable para obtener sabiduría, comió de él. Sin embargo, cuando pecó, se le abrieron sus ojos y quedó a merced del Maligno.
También nosotros, cuando pecamos gravemente, nos entregamos en manos del demonio, que hará todo lo posible para perdernos en el tiempo y en la eternidad. Con razón los santos sólo cuidaban especialmente el no pecar jamás. ¿Y qué será de nosotros entonces, que quizás pecamos tan tranquilamente, y nos ponemos en manos del diablo?
Recordemos que el demonio es el Acusador de nuestros hermanos, el acusador de los hombres, que nos trata de convencer para que pequemos, pero después nos acusa implacablemente ante Dios.

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